Pobre Javier Fernando
Desde muy pequeño le llamó la atención el vuelo poético de los pájaros y su danza perfecta en aquél cielo interminable.
Pasó la mayor parte de su vida encerrado en un laboratorio estudiando y haciendo investigaciones acerca de ellos. Hasta que lo consiguió. ¡Por fin tenía su máquina voladora!
Subió emocionado y la hizo andar. Todo funcionaba perfectamente hasta que se dio cuenta de su terrible soledad. No tenía a nadie con quién compartir tan importante momento. Su dolor era tan grande que los jarrones que iba a utilizar como esparcidores de semillas para soñadores, sólo los pudo utilizar para retener las lágrimas que inundaban su máquina.
Así fue como concluyó la frustrada vida de éste buen hombre, en la Desesperanza.
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