Aves metálicas defecando fusiles y bombas sobre una ciudad completa. Una anciana lloriqueando no paraba de repetir ¡Gracias a Dios que no me ocurrió nada a mí! ¡Dios sabe porque hace las cosas! Los pequeños, miraron con desprecio a la vieja. Son inteligentes, y sabían que no era obra de Dios, que Dios es obra de humanos y esas estúpidas aves también.
Se espantaron de estudiar actitudes tan idiotas. Alistaron nuevamente sus maletas, tristes y desilusionados decidieron regresar.
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