noviembre 30, 2010

El basural






Debajito del basural, ahí aparecemos. En el lenguaje desfigurado y en los manchas de sangre  de la cuneta. En los callejones oscuros y en la vida nocturna. En los ineludibles rayados para existir, sobre los muros. En el dibujo de la ira, a la familia y a la sociedad mal constituida. Ahí anotamos nuestras iniciales pandilleras. Hace tiempo que le escupimos al modelito familiar judío-cristiano. Nunca nos quisieron. Para corrernos de las casas nos venían con el cuento de que la Libertad estaba atrapada en los columpios de los parques. Y a pesar de la congoja y nuestro destierro social tan de mierda, después de nuestra muerte lenta en el jardín. Seguimos aquí, mirando el cielo, contemplando a la luna y esperando a la vida. Que alguna vez venga con chocolate caliente y olor a tierra mojada, que no cobije en una casita de dulces como la de Hansel y Gretel. ¿Qué le va costar?


Algunas veces rayamos h o p e en alguna pared muerta de ciudad pérfida, nos gusta como suena. Nuestro culo de mal asiento no se sentiría cómodo en un lugar donde no se pueda escuchar el viento, es cierto. 


Otras veces jugamos en la basura y nos balanceamos en los columpios de los parques.
Cuando no estamos dopados, escalamos los tejados y miramos las estrellas. Así olvidamos cualquier delito.